Publicado originalmente en El Telégrafo aquí
La declaración del debate destaca la lucha de los sectores de izquierda contra la exclusión social en América Latina.
![Representantes de varias agrupaciones políticas y sociales participaron en el Foro de Sao Paulo. Foto: Tomado de ABI](http://www.telegrafo.com.ec/cache/com_zoo/images/03-09-14-mundo-Foro-Sao-Paulo_febbc431a84de886c4f180d19de55a33.jpg)
Representantes de varias agrupaciones políticas y sociales participaron en el Foro de Sao Paulo. Foto: Tomado de ABI
Dentro de las relaciones internacionales, han sido pocos los espacios de encuentro entre los partidos políticos. Los referentes más visibles de estas redes interpartidarias han sido la I, II, III y IV Internacional, que -con sus particularidades históricas, políticas y doctrinarias- procuraron promover una agenda obrera, socialista y comunista, y de algún modo, expandir la revolución más allá de la Unión Soviética. Marx, Lenin y Trotsky fueron en su momento los principales promotores de la necesidad de una unión de partidos a nivel internacional en contra del capitalismo.
América Latina se insertó tardíamente en estas organizaciones a mediados del siglo XX, sobre todo, con ciertas relaciones periféricas con la IV Internacional. En el marco de esta ausencia de arenas de interlocución de fuerzas políticas en la región, se creó el Foro de Sao Paulo en 1990, por iniciativa del Partido de los Trabajadores de Brasil (PT) y del Partido Comunista de Cuba (PCC). La caída del muro de Berlín convocaba a que las organizaciones políticas de izquierda -en sus distintas formas- establecieran un debate y una agenda frente al avance del neoliberalismo.
Como bien lo recogió la declaración final de este XX Foro de Sao Paulo: hace casi veinticinco años “un solo país de la región estaba gobernado por un partido perteneciente al Foro, y hoy son más de diez”. Si bien aquello ha significado un triunfo de la izquierda en la región como necesidad política para la reconducción de los pueblos frente al avance del neoliberalismo, los golpes institucionales de Honduras y Paraguay han sido experiencias traumáticas para la irreversibilidad de lo alcanzado.
Ambos golpes han significado un signo de aliento para la derecha desestabilizadora. Asimismo, las ‘guarimbas’ en Venezuela pretenden no solo derrocar ilegítimamente al gobierno de Nicolás Maduro, sino destrozar todo el proceso de integración, del que el comandante Hugo Chávez fue artífice. El éxito de estas estrategias subversivas motivaría una rearticulación agresiva de las derechas locales y transnacionales con el fin de terminar con los gobiernos de izquierda.
Fue claro en este Foro que ninguno de nuestros países está libre del garroterismo y del golpismo. Es más, resulta evidente que América Latina atraviesa un momento de disputa. Por un lado, a nivel doméstico, las conquistas obtenidas durante casi diez años -años más, años menos- se enfrentan a una reinvención de una derecha vieja y desgastada a una ‘fresca’ y ‘moderna’. Y por otro, a nivel regional, los procesos de integración se juegan su institucionalización -Unasur, Celac y Alba-, su reestructuración/reforma -OEA, CAN-, su ampliación y reconducción -Mercosur-. Especial mención merece la necesidad de ponerle fin al conflicto entre Chile y Bolivia por una salida al mar de este último.
De común acuerdo, la Alianza del Pacífico significa uno de los mayores peligros para la integración regional por restaurar los principios conservadores y antisoberanos del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), derrotada en la IV Cumbre de las Américas en Mar del Plata en 2005.
Peor amenaza es la Unión de Organizaciones Democráticas de América -UnoAmérica-, nacida en 2008 con el fin de contrarrestar a los gobiernos progresistas de la región y al propio Foro de Sao Paulo. La UnoAmérica ha denunciado ampliamente los procesos refundacionales de Venezuela, Ecuador y Bolivia y ha apoyado los golpes de Estado de Honduras y Paraguay.
Lo que el presidente Rafael Correa ha denominado como “la restauración conservadora” -entendida en términos políticos como esa voluntad de “no querer cambiar las cosas”- implica no solo la recomposición de la derecha sino su rearme político, discursivo y comunicacional.
Frente a la hegemonía de la izquierda y a los fuertes liderazgos -como los de Correa, Rousseff, Morales, etc.-, la derecha no ha tenido sino que reinventarse tomando aquello como punto de partida. De cara a la ciudadanía, prefiere ubicarse en el centro que confesar su vocación de derecha.
Las coyunturas electorales de Bolivia y de Brasil en octubre de este año, así como las causas que lleva Ecuador en contra de la transnacional Chevron -por daños en la Amazonía durante casi 20 años- y de los Tratados Bilaterales de Inversión (TBI) recibieron un amplio apoyo por parte de los delegados y se incluyeron en la Declaración Final. El respaldo al Gobierno argentino en su juicio frente a los ‘fondos buitre’ tampoco quedó fuera. Por último y al unísono, el Foro se pronunció a favor de Palestina.
La agenda de desafíos es tan amplia como la de los logros obtenidos. Ante eso, es necesario que las fuerzas de izquierda que integran el Foro de Sao Paulo se desplacen de lo declarativo al establecimiento de una hoja de ruta de esa agenda común, que incluya grupos de trabajo sobre temas específicos y que puedan incluir acciones que fortalezcan la integración regional y los proyectos nacionales.
Como destacó el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, en su discurso de inauguración, es necesario sumar a Lenin y a Gramsci. A Lenin porque fue claro en decir que al adversario hay que derrotarlo y a Gramsci porque entendió que había que incorporarlo en tanto adversario derrotado.