miércoles, 20 de mayo de 2015

Cuba y Estados Unidos, sin ingenuidades

Publicada originalmente en El Telégrafo aquí


Desde que en diciembre de 2014, los mandatarios de Cuba y Estados Unidos, Raúl Castro y Barack Obama, respectivamente, anunciaron el inicio de las negociaciones para el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entres ambos países, han abundado las lecturas, con cierta ingenuidad, sobre este acontecimiento.
En efecto, se trata de un hecho histórico y de profundo significado para América Latina, pero al que hay que seguir con menos candidez y más coherencia histórico-política. No podemos olvidar que han   pasado más de cincuenta años, emitirse cerca de 23 resoluciones sucesivas de la Asamblea General de la ONU y cientos de declaraciones en varios foros internacionales denunciando el bloqueo a la isla. A esto se suman presos políticos, cerca de un billón de dólares en pérdidas económicas para Cuba y más de once millones de cubanos afectados.
No se trata de la generosidad de Estados Unidos, ni de un regalo de la Casa Blanca, sino de la reparación de los daños. El trayecto para una normalización de las relaciones es difícil y en temas como el cierre de la Base Naval de Estados Unidos en la Bahía de Guantánamo, así como el fin del bloqueo económico y financiero a Cuba, se podrían ver las limitaciones de la apertura.
Ciertamente, hay avances importantes, el último ha sido la solicitud oficial del ejecutivo norteamericano de retirar a Cuba de la lista de países que patrocinan el terrorismo, incluida desde 1982, por presunto financiamiento a la lucha armada en varios países de la región. Por un asunto burocrático, el retiro será efectivo dentro de 45 días, tras haberse enviado la documentación al Congreso. El plazo se cumpliría este 29 de mayo.
El jueves 21 de mayo se celebrará la tercera ronda de negociaciones, en la que se discutirá el restablecimiento de relaciones diplomáticas y la apertura de embajadas. Los dos grandes temas -arriba mencionados- no estarán en la agenda. Josefina Vidal, directora general para Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, y Roberta Jacobson, secretaria de Estado adjunta para Asuntos del Hemisferio Occidental, se encontrarán en Washington por esta ocasión.
Que Estados Unidos haya decidido negociar y rever el fracaso de su política con Cuba, no significa que haya aprendido la lección. Más bien, existen claras señales de un giro más agresivo hacia la región. Si pensábamos que en la década pasada, Washington “se había olvidado de América Latina” por encontrarse más interesada en Oriente Medio, esta vez, intentará recobrar el tiempo perdido.
El decreto emitido por la Casa Blanca que declara a Venezuela como una amenaza inusual y extraordinaria y sanciona a siete altos funcionarios de la seguridad de ese país; así como, la solicitud de la oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado, de mayores recursos para la lucha por la democracia y los derechos humanos en países “semiautoritarios” como falazmente se refiere a Venezuela, Ecuador y Bolivia, son claros ejemplos de un redireccionamiento de la  política exterior de Estados Unidos, menos pragmática y más injerencista.
América Latina y más aún los países del ala progresista no deben perder de vista la data histórica, esa historia, tan incómoda para el propio Barack Obama, pero sin la que sería impensable una jugada estratégica y coherente.