Publicado originalmente en El Telégrafo aquí
En un mes de gobierno Mauricio Macri no ha tomado ni una medida a favor de los argentinos. Ni siquiera un gesto republicano. Todo lo contrario, en apenas semanas ha entregado los primeros Golden Globes a sus sponsors y ha comenzado a arrasar con el legado del kirchnerismo, en contra del pueblo, de la nación y de los principios más elementales del juego democrático.
De lo superficial a lo profundo. A su falta de discurso – por
demás redundante y vacío-, intenta compensarla con un baile kitsch. A su amateurismo, lo blinda con los
relatos cómplices de sus padrinos mediáticos.
Y lo más grave, Macri en su revanchismo e inseguridad, pretende anular
por la fuerza a su oponente, instaurando un régimen de rasgos
dictatoriales.
Ciertamente, no habrá más cadenas informativas –como en la era K-,
más que por el deseo de Macri de cumplir con el estribillo de campaña, por la
falta de destreza que lo caracteriza y obviamente, por la ausencia de obra
(para el pueblo). Así tampoco habrán muchas tantas cosas más. El diálogo que era el más invocado en su propuesta,
es el gran ausente de su arranque.
Macri a menudo, ni siquiera discute la toma de decisiones con su
aliado y responsable duro de su salto electoral por fuera de Buenos Aires, la
Unión Cívica Radical (UCR). Intenta
pasar vacías conversaciones por diálogo para la foto. Un diálogo serio, en política, implica
discutir los puntos sustanciales y convertirlos en acuerdo, en acción. No es un escuálido encuentro.
La forma que Macri escogió para el traspaso del poder, a través de
una medida cautelar que fijaba un tiempo de caducidad a la administración
saliente de Cristina Fernández de Kirchner, dio la tonada de lo que vendría:
cien días de gobierno decretista, y cero de democracia.
El decretazo se ha empleado para todo: nombrar jueces de la Corte
Suprema, recortar a la mitad el presupuesto a la educación, eliminar las
retenciones al agro, y en esta última semana, derogar el decreto que disponía
devolver el 15% de la coparticipación del Estado a las provincias.
De profunda gravedad han sido los cuatro Decretos de Necesidad y
Urgencia (DNU), dos de ellos destinados a favorecer a los monopolios mediáticos
y destruir la institucionalidad creada por la Ley de Medios del 2009. Los
restantes inciden en el ámbito penal como la suspensión de la entrada en
vigencia del nuevo Código Procesal Penal y el traspaso de las escuchas
judiciales a la Corte Suprema.
Claramente la debilidad de Macri en ambas cámaras, en donde el Frente
Para la Victoria (FPV) sigue siendo la fuerza mayor, ha redundado en su inseguridad
al gobernar. La interpretación sesgada de la Constitución y de la Ley que
reglamenta los DNU, la 26.122 coloca en
duda la legitimidad de su primer mes, pues no existen las condiciones de excepcionalidad para que sean emitidos.
Macri además de sortear el debate legislativo, ha buscado
silenciar vengativamente a todas las voces fuertes del kirchnerismo. Desde el programa de análisis político y
mediático 6-7-8 hasta la reciente censura en contra de Víctor Hugo Morales.
Aquello, en clara sintonía con la disolución de la Autoridad Federal de
Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA), que a pesar de dos fallos
judiciales en contra, sus oficinas se hallan cercadas de policías para impedir
la entrada de su directivo, Martín Sabbatella.
Las medidas del macrismo han sido tan escandalosas y deleznables que
hasta sus propios aliados como “La Nación” y “Clarín” se han descolocado en sus
narrativas periodísticas, dando “marcha atrás” en sus titulares para justificarlas.
El despido de empleados públicos –inclusive con violenta
represión- por el “pecado” de haber sido contratados durante el kirchnerismo ronda
los 15 mil y en el sector privado, la cifra ascendería a diez mil. Después del
Decreto Ley 4161, de 1956 que proscribía al peronismo y a cualquiera de sus
expresiones, lo que está haciendo Macri con el legado kirchnerista es lo que
más se le parece en plena era democrática.
El retrato del pasado al que los gobiernos posneoliberales
pensaron que no se podía volver, está en curso ahora mismo en Argentina. El desmantelamiento del Estado en beneficio
de las corporaciones y las élites reaccionarias apenas ha iniciado y ha arrojado
un escenario al que ya es imposible revestirlo como un colorido vodevil.
Pero, si bien Macri está empeñado en su tarea de borrar cualquier
rastro de kirchnerismo en las leyes, en las políticas públicas, en el ejecutivo
y en el espectro mediático, no le será fácil retirarlo de su paso ni en el legislativo
y peor aún de la calle, donde los militantes y empoderados K “abrazan” a los
afectados del macrismo y “resisten con aguante”.