domingo, 22 de febrero de 2015

¿Putin el gran domador del oso ruso y de la política mundial?

Puede leerse la versión resumida publicada en El Telégrafo aquí



La Rusia de Vladimir Putin es otra.  Él ha logrado recolocar a la gran Federación nuevamente en el centro del sistema internacional, alejándola de la semiperiferia, en la que tradicionalmente se la situaba, luego de la desintegración de la Unión Soviética. 

Putin debe leerse no solo como el desconocido exagente del Servicio Soviético de Seguridad (KGB, por sus siglas en ruso) que devino en presidente, sino también, como uno de los líderes más importantes del siglo XXI, que reafirmó una latente voluntad de “desamericanizar” el mundo, y por tanto, impulsó un nuevo orden internacional multipolar (o heteropolar para precisar la asimetría, el traslapamiento, y lo conflictivo de los polos que hoy emergen).

Los medios occidentales –en su clásico juego de deslegitimación del contrario- tienen su propia versión de Putin y no han escatimado titulares para asociarlo con el controversial líder soviético Iósif Stalin. Una tesis rebatida hasta por Henry Kissinger, estratega fundamental de la política exterior estadounidense de la Guerra Fría.  

Cualquier interpretación de Putin es apenas una sospecha. Pero hay algunas claves para comprender por qué Vladimir Putin, se ha convertido en ese líder mundial que seduce y al mismo tiempo, preocupa.  No en vano Putin ha sido nombrado en su país, por décimo quinta ocasión, como “el hombre del año”.  Con los resquemores que merece la mención, Forbes, desde 2009 lo ubica en los tres primeros puestos de las personas más poderosas del mundo y desde 2013 ha estado a la cabeza.  ¿Qué ha hecho Putin, para reponer a Rusia como un actor global?

1.- La soberanía en el centro de la política exterior de Putin

Uno de los postulados del multipolarismo, es la creación de un centro de poder –sobre todo – de tipo regional, en el que un país “centripeta” a otros.  Aquello resulta conflictivo, más aún si se piensa en Rusia y Europa del Este.  En efecto, la “occidentalización” de la esfera de influencia postsoviética – a través de la integración de las viejas repúblicas comunistas a la Unión Europea (UE) o peor aún a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)-  ha sido uno de los mayores dolores de cabeza de Putin.

Ucrania, un aliado tradicional del Kremlin y visto por muchos rusos, incluso como una “extensión” de la propia Rusia, ha venido coqueteando algún tiempo con la UE.  A fines de 2013, luego de que el entonces presidente ucraniano Yanukóvich diera marcha atrás en la firma del Acuerdo de Asociación con la UE – que se lo daba casi por hecho- , miles de ciudadanos protestaron -a veinte grados bajo cero- en la plaza del Maidán. 
La crisis en Ucrania terminó por traspasar las fronteras y convertirse en un asunto de interés regional e internacional.   Para muchos, la negativa de Yanukóvich fue la clara respuesta frente a la alta dependencia, sobre todo gasífera, de su país de Rusia.  Ucrania había reavivado los claroscuros del bipolarismo de la Guerra Fría.

Para Putin, caracterizado por un talante político, pragmático y agudo, la llegada de Occidente a sus fronteras a través de Ucrania resulta impensable.  De hecho, Putin premió ha Ucrania, luego de que ésta le dijera que no a la UE, aceptando el cobro de la deuda de la empresa pública ucraniana de gas, Naftogaz y rebajando los precios del gas en un 30%.

La decisión de Putin de anexar a Crimea ha cerrado geopolíticamente a Ucrania y a su nuevo gobierno proeuropeo.  El pulso demostrado por Putin durante esta crisis ha dejado a una UE más debilitada, titubeante y dependiente de Estados Unidos en asuntos de política exterior, y de su lado, Estados Unidos no ha logrado ensamblar una estrategia que “aísle” a Rusia y empuje a Putin a doblegarse.

El conjunto de sanciones de la UE a Rusia, que incluyen prohibición de visado y el congelamiento de cuentas a los responsables de la anexión, así como la restricción de importaciones y exportaciones en los sectores petroleros, armamentistas y tecnológicos; lejos de causar un debilitamiento de Rusia ha provocado, por un lado un apoyo interno cada vez mayor a la política de Putin y por otro, un juego de suma cero –ninguno gana- y sobre el que existe cierta fragmentación en la postura del bloque europeo.  

Algunas voces europeas contrarias a las sanciones ya han sonado: desde el ministro de economía alemán, Zigmar Gabriel; pasando por el presidente francés Hollande que no es partidario de endurecer las medidas, hasta el canciller de Austria, Werner Faymann que ha apelado a la búsqueda de la paz a través de un proceso de negociación.

La UE, a decir del primer ministro ruso, Dimitri Medvedev, perderá hasta el año próximo 90 mil millones de euros ( 110 mil millones de dólares).  A Rusia las sanciones tampoco le han sentado bien, peor aún, cuando el rublo se ha depreciado frente al dólar y al euro.

La medida diplomática de no invitar a Putin a participar del foro informal del G8 y las sanciones de Estados Unidos y Canadá no han cambiado la política de Putin de defender la integridad de su territorio y sus intereses geopolíticos. Por el contrario, Putin, hábilmente para rebatir esta intención de aislamiento, se ha acercado a América Latina y a China y ha logrado consolidar un proyecto a largo plazo en el marco del bloque de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).

2.- Nuevos actores en el orden internacional y debilidad del liderazgo de Estados Unidos

En 2013, el conflicto sirio fue el escenario en el que Rusia reforzó su imagen de potencia ante el mundo.  A las puertas de una intervención estadounidense para derrocar al régimen de Bashar Al-Assad, Vladimir Putin a través de una maniobra diplomática se anotó una victoria frente a Obama.  El plan de entrega del arsenal químico sirio bajo el control internacional de la ONU, propuesto por el presidente Vladimir Putin y aceptado por Estados Unidos, fue un indicador de la pérdida del monopolio de las decisiones globales de la Casa Blanca.  Ese gesto, incluso provocó que su nombre sea propuesto para el premio Nobel de la Paz.

Pero Vladimir Putin, no solo ha logrado que Rusia juegue sola como actor global, sino que se ha planteado establecer “nuevos ejes mundiales” con proyectos  a más largo plazo y socios emergentes.  El bloque de los BRICS tiene al momento la apuesta más clara frente al régimen económico – financiero dominado por el capital estadounidense y las reglas establecidas por las instituciones del Bretton Woods –Fondo Monetario Internacional (FMI) y Banco Mundial (BM) principalmente-. 

La creación de un Banco de Desarrollo y la decisión de los BRICS de realizar sus transacciones en moneda propia, prescindiendo del dólar, ha reforzado el decaimiento del dominio de Estados Unidos en todos los órdenes, principalmente, en el ámbito contable.

En la misma perspectiva, de jugar como actor internacional, Rusia se ha acercado a China.  Más de una vez, ambos, han coincidido en su votación en el Consejo de Seguridad.  Por ejemplo, han bloqueado varias resoluciones en contra de Siria.  Además, llevan a cabo maniobras militares conjuntas y por supuesto, han incluido el suministro de petróleo y otros convenios, como parte de su cooperación.  Esta alianza ha tendido a colocar a Estados Unidos en la necesidad de reducir la unilateralidad de sus políticas y desplazarse hacia ciertas negociaciones.

Putin asimismo, ha sido partidario de reforzar sus lazos con América Latina, más aún, cuando muchos países de la región le han ofrecido su hombro luego de las sanciones de la UE y de Estados Unidos.   En este 2014, Putin realizó una gira por Latinoamérica y coincidió con varios mandatarios que integran la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), incluido, el presidente Rafael Correa.  De aquellos encuentros, no es simplista deducir que Vladimir Putin ve a la región como un aliado y viceversa, y eso rebate con fuerza cualquier pretensión aislacionista.

3.- Alta popularidad de Putin en Rusia y nueva maquinaria mediática

Muy a pesar de las críticas de las ONG y organismos internacionales de derechos humanos contra el régimen de Putin, debido a sus políticas conservadoras frente a la comunidad GLBTI, y de la propaganda en contra que ha recibido por parte los medios de comunicación, Vladimir Putin mantiene intacta su popularidad.

La anexión de Crimea terminó por disparar su aceptación entre los rusos, en más del 80%.  En general, desde que apareció en la escena política, Putin no ha desinflado el 60% de aprobación.  Una constante, ha sido su repunte en situaciones críticas –como las crisis territoriales de Chechenia y de Georgia- en las que el orgullo nacional reverbera y Putin gana.

Por último, Putin es muy consciente de que hoy más que nunca también se gobierna desde los medios de comunicación.  Por eso, implementó en 2001 las “Grandes Ruedas de Prensa”, en las que participan más de mil periodistas y cuya duración oscila entre tres y cuatro horas.  Además, recientemente reestructuró el sistema de medios públicos con el fin de “modernizarlos”.  La cadena Russia Today (RT) por ejemplo, cada vez amplía más su emisión para países en América Latina y otras regiones del mundo.

Si bien son varias las razones por las que por ahora Vladimir Putin se ha convertido en uno de los líderes políticos más influyentes a nivel mundial,  este año deberá procurar que la devaluación del rublo, las sanciones y la caída en los precios del petróleo, no desemboquen en estallidos sociales de amplias proporciones.  Un escenario de conmoción social, podría debilitar uno de sus pilares de poder: el apoyo popular, y agrietarle el camino hacia una posible solución de la situación en Ucrania.


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