martes, 11 de marzo de 2014

Chile ¿Hacia la remodelación o la refundación?

Publicado originalmente en El Telégrafo aquí



Hoy inicia el segundo período de gobierno de Michelle Bachelet hasta 2018. En las elecciones de 2013, Bachelet triunfó con el 62% frente al 38% de la representante de la derecha, Evelyn Matthei. Pero además de la victoria de la coalición de Bachelet, “Nueva Mayoría para Chile”, el 60% de abstencionismo -que subió casi diez puntos en la segunda vuelta- fue el segundo ganador de la jornada.
Ni en la primera vuelta -con 9 candidatos en lid-, ni en la segunda -con Michelle Bachelet como el proyecto político alternativo- el abstencionismo se redujo; por el contrario, remontó. Si bien este comportamiento electoral se explica, en parte, por la emisión en 2012 de la “Ley de inscripción automática y voto voluntario”, la cifra no deja de ser un signo del desgaste del modelo de libremercadismo y de esa institucionalidad tutelada, pero limitada en concesiones sociales, que ha terminado por despolitizar a la sociedad chilena y hacerla escéptica frente a la clase política.
No en más de una ocasión la presidenta Bachelet ha expresado su preocupación por este alto índice de abstención y se ha comprometido a gobernar también para quienes decidieron no sufragar. Pero ¿cómo lograr que Chile vuelva a creer en sus instituciones y en el Estado, más allá de un monolitismo económico y de los candados constitucionales dejados por la dictadura de Augusto Pinochet?
El programa de gobierno para sus primeros 100 días en el poder, resumido en los “50 compromisos para mejorar la calidad de vida en el Chile de todos” ofrece algunos cambios en educación, salud, energía, seguridad, incluso, la creación de dos ministerios: el de la Mujer y el de Asuntos Indígenas. Para llevarse a efecto, Bachelet necesitará negociar con las fuerzas políticas de la propia coalición, así como con las tensiones parlamentarias y otros sectores sociales y económicos.
La gran pregunta es si se tratará solo de una “remodelación”, es decir, se harán solo cambios cosméticos y muy al margen, que permitirán seguir sosteniendo el modelo actual, o si existirá la posibilidad de una refundación del Estado. Los ciudadanos que se han pronunciado, lo han hecho abrumadoramente por la centroizquierda, que sumado a la consigna del “fin del lucro” de cara al gobierno de Piñera, dan la pauta para vaticinar una cierta “izquierdización” en Chile.
Bachelet celebró su triunfo prometiendo tres cuestiones fundamentales: una nueva Constitución; una reforma al régimen tributario y al sistema educativo, por demás uno de los más inequitativos y privatizados del mundo. De algún modo, esto último dependerá de los dos primeros cambios. La actual Constitución chilena de 1980 no solo es producto de una dictadura, sino que expresa los intereses de las clases dominantes e impide el surgimiento de nuevas fuerzas en el escenario político y ambiciosas transformaciones.
Las posibles variaciones en la composición del “megabloque” de “Nueva Mayoría para Chile” son todavía inciertas, pero, como sucede en las grandes coaliciones, son frágiles y tienden a desintegrarse. En el caso de esta alianza hay desde demócratas cristianos hasta miembros del Partido Comunista, como Camila Vallejo, la líder estudiantil que ahora es diputada por el distrito La Florida.
No deja de entrañar algo de simbólico que la primera mujer en presidir el Senado sea Isabel Allende, hija del expresidente Salvador Allende. Como sostiene el sociólogo conosureño Alberto Mayol, las figuras de la política chilena han emergido más por sus historias personales -muchas en escenarios de tragedia-, que por su trayectoria política. En efecto, se ha comprobado que Bachelet es inmune a la crítica, su figura arquetípica de la hija de un padre asesinado por la dictadura ha permitido que construya sobre el dolor.
Más allá de este nivel emotivo y simbólico de análisis, Bachelet, los tres puntos de partida y la coalición “Nueva Mayoría” han logrado instalarse en las antípodas de la derecha gobernante de Sebastián Piñera. Bachelet continúa operando desde la estructura partidista y no hay señales, ni posibilidades institucionales, para que realice cambios radicales. No obstante, el proyecto bacheletista ha emergido como la opción para reconstituir una República desde lo público y con mayores concesiones sociales. Un intento por humanizar el actual modelo neoliberal chileno.

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