jueves, 31 de julio de 2014

El peligroso consenso de Netanyahu

Publicado originalmente en El Telégrafo aquí


Las fronteras ideológicas parecen destinadas a evaporarse.  El ejercicio político ha tendido a desplazarse de la postura doctrinaria a la alianza oportunista y al  desespero coyuntural. Un enemigo común, una guerra, un conflicto determinan las posiciones de los actores y permiten sostener ciertos consensos, incluso, entre los extremos del espectro ideológico. Israel es un dramático ejemplo.
El video que se hizo viral en estos días, en el que se observa a un grupo de judío-israelíes festejando el asesinato de niños palestinos, con fraseos racistas y de incitación al odio, apenas muestra una parte -quizá la más agresiva- del consenso en la política doméstica y en la opinión pública, que ha logrado el primer ministro Benjamín Netanyahu.
Líderes y militantes de alas tradicionalmente opuestas a Netanyahu, como Isaac Herzog del Partido Laborista, se han decantado por la apuesta bélica. Herzog decía al Washington Post: “Hay un consenso nacional sobre este esfuerzo y esta operación, especialmente en la erradicación de los túneles que Hamás ha construido para tratar de infiltrarse en Israel”.
La operación ‘Margen Protector’ ha sido ampliamente condenada por la comunidad internacional (ONU, Mercosur, etc.) -con salvedades más, salvedades menos-, y de modo ambiguo, hasta por el propio Estados Unidos, cuyo secretario de Estado, John Kerry, ha apelado al cese al fuego.  
No obstante, tal parece que, en la política doméstica, Netanyahu cuenta con un amplio apoyo de los israelíes. La opinión pública internacional sensibilizada -aunque impotente, contrasta con el aplauso de los israelíes. Los cerca de 1.200 palestinos muertos no han sido suficientes para el hambre del nacionalismo sionista.
Los datos de varias encuestas espeluznan e inducen a pensar que el conflicto, lejos de resolverse, seguirá incrementándose por los réditos políticos que implica casa adentro. Según el Sarid Institute, el 87% de los judíos-israelíes aprueba la continuidad de las operaciones en Gaza. El Israel Democracy Institute, por su parte, devela que un 95% considera como justa la operación y, por último, un informe de la Universidad de Haifa señala que el 85% de los judío-israelíes está entre satisfecho y muy satisfecho con el liderazgo de Netanyahu.
Cuando se analizan estos datos, no se puede dejar de pensar en el factor de la campaña mediática viciosa, que malinforma, induce y moviliza a la opinión pública a sostener erradamente causas, incluso las más genocidas.
En efecto, la ‘percepción del miedo’ esta vez ha sido mayor. El argumento de que mientras exista Hamás los israelíes no estarán en paz ha dado sus frutos. Netanyahu ha logrado convencer a su gente de que su ofensiva se justifica por el lanzamiento de cohetes de Hamás y la construcción de túneles para atacar Israel.
Por desgracia, a nivel internacional se sabe: Israel no extermina a los miembros de Hamás, sino a los palestinos, donde sea.  Las cosas por su nombre, un genocidio jamás se podrá justificar.  
Palestina no es un asunto de Medio Oriente, es un problema mundial. Si Netanyahu no tiene presión desde sus comandados para ponerle fin al bombardeo a Gaza, el empuje desde afuera será la única vía que ayude a retirar las armas invasoras de suelo palestino.

sábado, 26 de julio de 2014

Lobby proisraelí: clave de la invasión a Palestina

Publicado originalmente en El Telégrafo aquí
Reproducido por Librered.net aquí

Cada año, Israel recibe de Estados Unidos (EUA) entre $ 3 mil a $ 5 mil millones, lo que significa que a cada israelí se le destinan alrededor de $ 500 anuales. Israel bien puede emplear esos recursos en la invasión a Palestina a través de la construcción de asentamientos, como en la ejecución de programas de política pública. EUA no le pedirá cuentas.
Pero, ¿cómo explicar el apoyo incondicional de Estados Unidos a Israel? El desbordante respaldo del país norteamericano a Israel excede cualquier explicación puramente racional, en la que el “interés nacional” se construye por intereses geoestratégicos o identidades compartidas (sistema democrático, libertades, etc.). Gran parte de la política exterior estadounidense se ha constituido a partir de la dinámica política doméstica, en la que los lobbies -o grupos de presión- han tenido una amplia influencia.
La existencia de los lobbies en Estados Unidos es legal, en tanto se registren en el Departamento de Justicia, tal como lo estipula el Acta de Registro de Agentes Extranjeros aprobada en 1938. Más de 100 países estarían representados a través de firmas de cabildeo ante la Casa Blanca, el Congreso y el Gobierno Federal.
El lobby proisraelí es uno de los más fuertes en el escenario político norteamericano. El Comité Americano-Israelí de Asuntos Públicos (Aipac, por sus siglas en inglés) -antes Comité Americano-Sionista de Asuntos Públicos- es el mayor representante. Ningún político estadounidense ha podido prescindir del apoyo del Aipac para lograr ganar las elecciones o cualquier puesto en el gobierno. Se sabe que el Aipac tiene cientos de dossiers sobre cada figura política norteamericana -que incluye datos sobre su familia, sus hobbies, su votación, etc.- clasificados de acuerdo a su grado de afinidad con Israel. Obama no ha podido escapar de esta prerrogativa.
Una de las primeras acciones del Aipac, cuando alguien acaba de llegar al poder, es brindarle una cena de cortesía, así como expresar su completa predisposición a asesorarlo en asuntos de Medio Oriente. Mientras más afín es un político al Aipac, más beneficios recibirá.
Pero no solo estas prácticas para institucionales logran tener efecto inmediato en la política exterior estadounidense; los propios lazos entre judío-americanos e israelíes han provocado que, en las altas esferas del poder, unos a otros se consulten, generando cierta simbiosis en la conducta de ambos Estados.
Estos grupos de presión no solo pretenden dirigirse al mundo político de los congresistas, gobernadores, secretarios, entre otros, sino a la opinión pública a través del uso estratégico de los medios de comunicación. Más allá, muchos de estos -de alcance mundial- son controlados por judío-americanos como: Gerald Levin (Warner), Edgar Bronfman (Universal Studios) y otros más. Esto ha contribuido a mantener a raya cualquier foco de protesta o crítica. Asimismo, las prácticas de acoso a periodistas y medios para que su cobertura favorezca a Israel son parte de la cotidianidad.
No obstante, la creciente masa crítica a nivel internacional y la nueva dinámica de flujo de contenidos y de información han permitido que el control de la opinión pública global sea erosionada y miles de ciudadanos alrededor del mundo se movilicen por la causa palestina. En eso hay una leve derrota para el lobby.
El apoyo de Estados Unidos a Israel no solo que ha entorpecido la solución del conflicto con Palestina, sino que ha deteriorado más sus relaciones con los países árabes, convirtiendo al Medio Oriente en la región más inestable del mundo.
El terrorismo es uno de los síntomas más visibles de esta asimétrica dinámica y mientras Estados Unidos continúe colaborando con Israel, este persistirá en arrinconar a los palestinos alejando cualquier posibilidad de paz.

lunes, 21 de julio de 2014

ONU-tilidad: resoluciones y otros fracasos diplomáticos

Publicado originalmente en Gkillcity aquí

La irresponsabilidad internacional en el conflicto palestino – israelí

Lo que sucede en Palestina excede a cualquier explicación simple de situar a Israel como la contraparte y nada más. No es tampoco la sola confrontación entre dos visiones étnico–religiosas, ni de dos nacionalismos.  Para comprender lo que acontece ahora en Gaza –el ataque incesante israelí por aire y tierra– es necesario ampliar el mapa de actores hacia un escenario regional–internacional. 

Palestina estuvo ocupada por el Imperio Otomano hasta antes del fin de la Primera Guerra Mundial. Desde 1917, con el triunfo británico sobre los turcos, pasó a ser administrada por el Reino Unido -por mandato de la Sociedad de Naciones-, que previamente, se había repartido el Oriente Próximo con Francia. Durante la Primera Guerra Mundial, los británicos hicieron dos promesas: crear un Estado Árabe Independiente y un “Hogar Nacional Judío”, ésta última, a través de la Declaración realizada por el ministro de asuntos exteriores Arthur James Balfour, dirigida al líder sionista Edmond James Rothschild. 

Gran parte de la población judía habitaba Europa, pero de un extremo a otro del continente las diferencias en las condiciones de vida eran notorias. Los que se encontraban en Europa Oriental vivían en una situación precaria y a menudo eran oprimidos, en cambio, los que estaban del lado Occidental podían fácilmente llegar a amasar grandes fortunas. Desde finales del siglo XIX, el sionismo político del  activista austrohúngaro Theodor Herzl, que proponía el restablecimiento de un Estado judío en Israel, tenía adeptos, sobre todo en Europa Oriental, y algunos entusiastas entre los poderosos del otro lado, uno de ellos fue Rothschild. 

Dos razones motivaron a Gran Bretaña a apostar por la causa sionista: continuar teniendo el apoyo de Rusia durante la guerra, a través de la influencia de los ruso-judíos, y cierta compatibilidad entre su doctrina protestante y los ideales del sionismo que proclamaba el regreso de los judíos a Tierra Santa. Sin el apoyo británico, los judíos difícilmente hubiesen logrado tener un Estado.

Entre 1918 y 1938, el número de judíos –que no pasaba del diez por ciento de la población en Palestina– había llegado a casi el cincuenta por ciento: eran cuatrocientos sesenta mil, frente a más de un millón de árabes. Desde el arribo de los judíos a Palestina, los enfrentamientos no cesaron. Antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, se produjo la primera guerra, de 1936 a 1939. Allí, el poder británico se impuso una vez más, allanando el camino para la proclamación del Estado de Israel.

Con el régimen nazi ya en el poder y en plena campaña antisemita, Gran Bretaña se vio obligada a retroceder en su respaldo al sionismo, reduciendo los flujos de judíos a tierra palestina. Para los sionistas radicales, este gesto de los británicos significó una traición a la promesa de devolverles su “Hogar” y no dudaron en sublevarse y optar por la vía del terrorismo, empujando a que Gran Bretaña intente deshacerse del conflicto.
El judeicidio perpetrado por los nazis movilizó la opinión pública y a la comunidad internacional a favor de la creación de un Estado israelí, eclipsando casi por completo la necesaria existencia de un Estado árabe-palestino independiente y soberano. 
La ONU en el conflicto: ¿peor el remedio que la enfermedad?
En 1947, el mandato británico pasó a manos de la recientemente creada Organización de las Naciones Unidas (ONU). La ONU sin el mínimo cálculo geopolítico emitió la Resolución 181 sobre el “Futuro Gobierno de Palestina” en el que se planteó un Plan de Partición con las siguientes coordenadas: a los árabes–palestinos que representaban el 65% de la población total les asignaron el cuarenta y cinco por ciento del territorio: con regiones al noroeste, la Franja de Gaza y una zona limítrofe con Egipto; a los judíos que eran el 35% les otorgaron el cincuenta y cinco por ciento restante. Jerusalén sería administrada por la ONU a través de un Régimen Internacional Especial. En adelante, sería la historia del fracaso de la ONU.
Con la injusta y arbitraria repartición del territorio para los palestinos, la explosión de la guerra era cuestión de días. Frente a las protestas de los palestinos, la respuesta fue la masacre de Deir Yassin, en la que más de cien palestinos murieron a manos del terrorismo sionista. Al abandono del mundo, los palestinos se refugiaron en otros países árabes como Siria, Líbano y Jordania y en los territorios internos como la franja de Gaza y Cisjordania.
El 14 de mayo de 1948 antes de la retirada total de los británicos, David Ben Gurión, precursor del sionismo y primer ministro israelí hasta 1953, declaró la independencia del Estado de Israel. La Nakba, la catástrofe para los palestinos, había comenzado. En ese mismo año, comenzó la Guerra Árabe–Israelí en la que los judíos ocuparon militarmente el 78% del territorio palestino violando la de por sí injusta partición de la ONU. Con la suspensión de agresiones en 1949, Cisjordania fue anexada por Jordania y la Franja de Gaza por los egipcios. Setecientos mil palestinos fueron expulsados, de su propio territorio, por los judíos durante esta guerra.
Israel se había erigido sobre una particular convergencia entre el nacionalismo extremo del sionismo y el neocolonialismo de Gran Bretaña y Estados Unidos. Primero Gran Bretaña y luego la ONU, se habían encargado de darle un privilegio internacional a la demanda sionista por encima de cualquier otra, configurando un escenario de conflicto asimétrico, cuyo punto de partida es el reconocimiento del Estado de Israel y no del Estado Palestino.  El primero cuenta con apoyo de las grandes potencias occidentales y el otro, con pocos aliados árabes, inmovilizados, por la unilateralidad de las decisiones del Consejo de Seguridad de la ONU.
A la Guerra Árabe–Israelí, le siguieron guerras, operaciones militares y dos Intifadas (resistencias palestinas), la de 1987 a 1993 y la de 2000 a 2005.  La Guerra de los Seis Días de 1967 es una de las más importantes para comprender el conflicto. Durante aquel desate de violencia, Israel se apoderó de la meseta fronteriza de los Altos del Golán de Siria, se anexó Jerusalén oriental, ocupó Cisjordania de Jordania, la Franja de Gaza, y el Sinaí de Egipto. Israel terminó por imponerse entre sus vecinos. El fracaso del contraataque de Egipto y Siria en la Guerra del Yom Kipur de 1973, aniquiló las esperanzas de los palestinos de volver a sus territorios con ayuda de sus vecinos. 
La Resolución 242, de 1967 del Consejo de Seguridad de la ONU, insistía en el retiro de las fuerzas armadas israelíes de los territorios anexados en la Guerra de los Seis Días.  La resolución, como muchas, no tuvo ningún éxito. Once años más tarde, en 1978 con la mediación del presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, se firmaron los acuerdos de Camp David que establecieron la paz entre Egipto e Israel con la retirada israelí de los territorios egipcios del Sinaí.
Las principales bases militares palestinas aún se encontraban en el Líbano al norte del territorio. En 1982 los israelíes invadieron el Líbano y con sus aliados libaneses de extrema derecha masacraron a cientos de palestinos refugiados, frente a una impávida comunidad internacional. La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) nacida en 1964 con el apoyo de la Liga Árabe y considerada desde 1974 como única representante de los palestinos, fue expulsada a Túnez. El líder palestino Yasser Arafat poco podía hacer desde ahí. La vigilancia y los asentamientos judíos en zonas palestinas cercaba a casi un millón de palestinos. En adelante, este sería unos de los principales métodos del warfare israelí.
El terrorismo de ambos lados fue in crescendo. Yasser Arafat optó por la vía diplomática que tuvo su mayor éxito con los Acuerdos de Oslo en 1992, bajo la mediación, una vez más, de Estados Unidos. Mediante esta declaración de principios se promovió la creación de un gobierno palestino autónomo provisional para administrar los territorios ocupados por Israel. Los temas más graves como Jerusalén, la demarcación de límites, así como los asentamientos que habían quedado para el final. Nunca Israel y Palestina estuvieron tan cerca de la paz, sobre todo, por la voluntad política de los líderes de ambas partes: Yasser Arafat (Palestina) e Isaac Rabin, primer ministro israelí.  No obstante, grupos terroristas de Palestina e Israel se encargaron de echar por tierra cualquier intento.  El asesinato del primer ministro israelí Isaac Rabin, por un estudiante judío de extrema derecha, visibilizó la imposibilidad de la política israelí de abrir el espacio de negociación hacia cierta igualdad de condiciones con los palestinos.
Con la Hoja de Ruta para la Paz de 2003, elaborada por Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y la ONU, se sentaron algunas bases para el fin del conflicto hasta 2005,  aquello incluía: fin del terrorismo, retirada de las fuerzas israelíes de los territorios ocupados y el cese de las políticas de asentamiento. Otro proceso de paz fracasado. Ahora, por el contrario, se avizora una tercera Intifada, una escalada del conflicto que aleja a Israel y Palestina de cualquier negociación eficaz.
Muy poco ha logrado la comunidad internacional y la ONU –que en la práctica terminó por hacer estallar las hostilidades– en la búsqueda del fin del conflicto. Ninguna de sus resoluciones, ni las de la Asamblea General (AG), ni aquellas del Consejo de Seguridad (CS) han tenido efecto. Por citar algunas: la 446 (CS) sobre la ilegitimidad de los asentamientos israelíes en territorio palestino y la 478 (CS) que rechaza la ley del parlamento israelí que proclama a Jerusalén como capital de Israel, han tenido un efecto nulo gracias al respaldo de Estados Unidos.
La expansión de Israel ha dependido de la subvención y de cierto parasitismo de otro país. Los sionistas por sí solos hubiesen sido borrados de un plumazo por los palestinos pero Estados Unidos, la mayor potencia mundial, hasta ahora, ha sostenido a Israel militar y económicamente.  Justamente, en estos días el Senado estadounidense decidió aumentar el presupuesto para financiar el Escudo de Acero en Israel cuyo monto ascendió a trescientos cincuentaiún millones de dólares.  Este es apenas una parte de todo el aporte que el país norteamericano destina al Estado judío. Anualmente el promedio de ayuda oscila entre tres mil y cinco mil millones de dólares, cuyo sesenta por ciento corresponde al rubro militar.
El apoyo de Estados Unidos no se fundamenta en cuestiones normativas como la supuesta vigencia de la democracia en Israel, sino en intereses geoestratégicos y la propia influencia del lobby judío en la política exterior norteamericana. La comunidad judía en ese país es quizá de las más poderosas del mundo, sus familias son propietarias de bancos, medios de comunicación y una variedad de empresas, lo que las coloca en una posición privilegiada en el proceso de toma de decisiones. Aquello plasma a la perfección eso de un Estado dentro de otro Estado.
La asimetría del conflicto se ha vuelto cada vez mayor y reflejo de ello es que el mapa de los palestinos se haya reducido a Cisjordania y a la Franja de Gaza, con asentamientos judíos al acecho y muros construidos por doquier. Una de las cárceles a cielo abierto más grandes del mundo.
Con certeza, la solución no vendrá ni de la ONU ni de la voluntad per sé de las partes, sino de la configuración de fuerzas de la región árabe, que en algún punto –quizá por el petróleo– obliguen a Estados Unidos a reducir su apoyo a Israel y por tanto, a negociar con los palestinos. La paz no es asunto de declaraciones sino de juegos políticos concretos en la mesa.  

sábado, 19 de julio de 2014

No se acabó la fiesta de los emergentes

Publicado originalmente en El Telégrafo aquí

Hace casi un año, un artículo de El País de España titulaba con alevosía el fin de la fiesta de los emergentes y fundamentaba su respuesta en ciertos criterios de la economía ortodoxa: menos crecimiento, más inflación. Este pronóstico arquetípico en la jerga neoliberal se aleja de cualquier enfoque político. La opción emergente es la clara puesta en escena de la necesidad de un orden mundial multipolar y lejos de perder terreno, lo gana.
La reciente Cumbre del Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), así como el encuentro entre China y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) recogen las agendas comunes que ya existían. La convergencia era natural y predecible.  
Más allá del protagonismo de Rusia, Brasil y China, los encuentros suponen una alianza necesaria por la multipolaridad, el antiimperialismo y la soberanía. Implican nuevas formas de inserción en el sistema internacional y trastocan con fuerza el liderazgo estadounidense, principalmente en lo económico y financiero.
La multipolaridad empieza a tomar cuerpo y orientación: a través de la propuesta de construir un orden distinto al de Bretton Woods. El Brics ha peleado sin tregua por la reestructuración de esa ‘institucionalidad del malestar’: el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Disputa sin resultados que favorezcan una gobernanza más equilibrada, pero que coincide con el distanciamiento de varios países de la América Latina del eje Washington.
También la cita ha coincidido con varias dinámicas y coyunturas políticas que movilizan, impulsan y aceleran la marcha hacia la consolidación de esa multipolaridad. Esto bien puede resumirse en el carácter punitivo con el que Estados Unidos está enfrentando ciertas situaciones: las sanciones a algunas empresas públicas rusas por la crisis en Ucrania, la multa impuesta a bancos como el BNP Paribas por violar el bloqueo a Cuba, el fallo del juez Griesa a favor de los ‘fondos buitre’ y contra el Gobierno argentino, entre otros.
Aquello da peso y urgencia a la apuesta por crear un nuevo orden económico y financiero internacional que pare los excesos de la unilateralidad estadounidense. La creación de un Banco del Sur  y de un Banco de Desarrollo por el Brics, así como las crecientes operaciones de transacción en divisas por fuera del dólar, alientan la posibilidad de reducir el poder de Washington en el mundo.
Además, el Foro China-Celac es el inicio para establecer una estrategia de relacionamiento común de la región con el gigante asiático, que tiene como desafío superar el predominio de un vínculo sostenido en el comercio de commodities y la explotación de recursos.
Por último, tanto la cumbre del Brics-Unasur como el foro Celac-China, parecen darle impulso a la integración regional, que de a poco ha ido desacelerándose. Resta saber si el factor de cohesión regional será la agenda con el Brics. Si es fiesta, apenas empieza.

sábado, 12 de julio de 2014

Rusia y América Latina: mucho más que simpatía

Publicado originalmente en El Telégrafo aquí 



Rusia se ha reconstituido con fuerza desde finales de la década del 90 como un actor global. Su pérdida de peso político en la escena mundial, luego de la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y del fin de la Guerra Fría, repercutió también, en el debilitamiento de sus relaciones con América Latina.
No obstante, en la última década, varios factores han coincidido para apalancar nuevamente el vínculo ruso-latinoamericano. El crecimiento de la economía y del poder geopolítico ruso converge con la ola de gobiernos progresistas en la región, así como con el declive de la influencia estadounidense en la región. Tanto para Rusia como para América Latina este resulta el mejor momento para recuperar y estrechar sus lazos.
Hace alrededor de 180 años comenzaron las relaciones entre la Federación Rusa y América Latina. Por ejemplo, con Brasil desde 1828 y con Argentina a partir de 1885. En esta última década, en la que Rusia ha intentado tener un rol más agresivo en el juego internacional, se ha acercado con mayor intensidad a la región, claro está, no de modo uniforme.   
Cuba ha sido el país con el que por razones históricas, políticas y geoestratégicas ha mantenido cierta continuidad en las relaciones. Precisamente, en esta gira que el presidente ruso, Vladimir Putin, ha emprendido en la región, Cuba ha sido la primera parada.  
La construcción de un nuevo aeropuerto internacional en San Antonio de los Baños, por ahora, es uno de los mayores proyectos en conjunto. No está de más decir, que antes del periplo de Putin por Latinoamérica, la Duma rusa aprobó la condonación del 90% de la deuda adquirida por Cuba con la desaparecida URSS.
A nivel de agenda de intereses estratégicos, Brasil y Argentina siempre han sido importantes para Rusia.  Últimamente, los lazos con Brasil se han fortalecido más, pues ambos países son parte de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y comparten la perspectiva de un orden multipolar. En términos cuantitativos, el volumen total del comercio entre Rusia y Brasil en 2013 ascendió a $ 5.700 millones, cifra que pretenden doblarla.
Argentina, en cambio, es el cuarto socio comercial de Rusia. En esta ocasión esperan concretar proyectos de uso civil de energía atómica con participación de la empresa rusa Rosatom, además de otros convenios energéticos. Putin ha invitado a Cristina Fernández de Kirchner a participar de la Cumbre de los BRICS, un gesto no gratuito si se recuerda que Argentina ha respaldado públicamente la anexión rusa de Crimea.
Más allá de una agenda dominada por el intercambio armamentista y de materias primas, la visita de Putin parece tener como objetivo recuperar ese vínculo con América Latina y enviar una fuerte señal no solo a Estados Unidos, sino también a la Unión Europea y otros aliados internacionales, de que será difícil aislar a Rusia de la escena mundial en un contexto más multipolar y soberanista y que su actoría es protagónica y no secundaria.

viernes, 4 de julio de 2014

“Fondos buitre”, licencia para extorsionar

Publicado originalmente en El Telégrafo aquí




El fallo del juez de la Corte de Nueva York, Thomas Poole Griesa, emitido el 26 de junio pasado, en contra de la apelación del gobierno de Argentina de suspender la sentencia que obliga a ese país a pagar bonos en default en manos de un grupo de tenedores, los ‘buitres’, amenaza con crear un escenario semejante al de la crisis de 2001.
Los ‘fondos buitre’ son un invento de la especulación financiera, del canibalismo capitalista. Están conformados por grupos de inversores, abogados y asesores financieros que operan en paraísos fiscales y compran bonos de deuda de países que están en default a un precio mucho más bajo de su valor real.
Eso pasó en Argentina en 2001.
Tanto en 2005 como en 2010 el país conosureño, en un momento de recuperación económica, reestructuró su deuda, a la que se adhirieron más del 92% de los tenedores de deuda. Sin embargo, un 7,6% correspondiente a los holdouts rechazó la negociación para cobrar el valor total de las ganancias. Desde diciembre de 2011 los ‘fondos buitre’ iniciaron acciones legales en varios países, intentando incluso, embargar la Fragata Libertad por orden de la Corte Superior de Ghana en 2012.
El fallo a favor de los ‘fondos buitre’ – en este caso del fondo NML, como principal litigante- coloca un escenario oscuro e inestable con consecuencias nocivas para la economía argentina y para el sistema financiero internacional. El uso antojadizo del juez de la cláusula de pari passu, incluida en la mayoría de las emisiones de deuda soberana, que sentencia un trato igualitario para aquellos tenedores que entren o no a un canje de deuda, podría provocar que los tenedores de bonos de ese 92% reestructurado inicien también acciones legales, por lo que esos $ 1.500 millones – que demandan los ‘buitres’- pueden convertirse en $ 15.000 millones, más de la mitad de las reservas argentinas. Esto sentaría un pésimo precedente para futuros procesos de reestructuración de deuda, legitimando los mecanismos de extorsión de los capitales transnacionales y arrojando todo el peso a las economías de los países en desarrollo y, por tanto, a sus ciudadanos.
La debilidad del sistema internacional para regular y frenar estas prácticas depredadoras y antisoberanas nuevamente queda expuesta. Las relaciones globales de poder no son una entelequia. El ministro de Economía y Finanzas Públicas de la Argentina, Axel Kicillof, ha sido claro al responsabilizar a Estados Unidos por las decisiones de su poder judicial.
No ha habido silencio frente a aquello, voces de todos los lados del espectro se han pronunciado con preocupación frente al fallo y sus implicaciones para la economía argentina y los países endeudados. La Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) ha expresado su respaldo al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, así como varios gobiernos de la región, entre ellos Ecuador. Martin Wolf, del Financial Times, calificó los términos de pago como humillantes y se solidarizó con Argentina.
Como era de esperarse, el Fondo Monetario Internacional (FMI), que había estudiado la posibilidad de presentar su respaldo a Argentina ante la Corte –tal como lo hicieron Brasil, Francia y México y Joseph Stiglitz- decidió dar el brazo a torcer y quedarse en la timorata expresión de la ‘profunda preocupación’.
El fallo demuestra además el poder que representan los grupos de presión y las firmas de lobby en la justicia norteamericana, entre los que estarían neoconservadores e incluso algunos integrantes de la línea dura del anticastrismo.
En efecto, el fallo no es casualidad, es otra muestra de la presencia del poder neocolonial que sostiene Estados Unidos, justamente, ahora que Rusia ha invitado a Argentina a participar en la próxima cumbre de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) este 15 de julio.
La predecible y vergonzosa postura del FMI en este caso, no hace sino darle toda la razón y urgencia a la apuesta de los BRICS de crear un nuevo orden económico financiero internacional, más allá de las instituciones del Bretton Woods.
Si Argentina juega bien sus cartas diplomáticas, el caso de los ‘fondos buitre’ puede tener un giro con el respaldo de los BRICS, más aún, si en el futuro, el gobierno gaucho decide llevar el caso a las cortes de La Haya.