Rusia se ha reconstituido con fuerza desde finales de la década del 90 como un actor global. Su pérdida de peso político en la escena mundial, luego de la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y del fin de la Guerra Fría, repercutió también, en el debilitamiento de sus relaciones con América Latina.
No obstante, en la última década, varios factores han coincidido para apalancar nuevamente el vínculo ruso-latinoamericano. El crecimiento de la economía y del poder geopolítico ruso converge con la ola de gobiernos progresistas en la región, así como con el declive de la influencia estadounidense en la región. Tanto para Rusia como para América Latina este resulta el mejor momento para recuperar y estrechar sus lazos.
Hace alrededor de 180 años comenzaron las relaciones entre la Federación Rusa y América Latina. Por ejemplo, con Brasil desde 1828 y con Argentina a partir de 1885. En esta última década, en la que Rusia ha intentado tener un rol más agresivo en el juego internacional, se ha acercado con mayor intensidad a la región, claro está, no de modo uniforme.
Cuba ha sido el país con el que por razones históricas, políticas y geoestratégicas ha mantenido cierta continuidad en las relaciones. Precisamente, en esta gira que el presidente ruso, Vladimir Putin, ha emprendido en la región, Cuba ha sido la primera parada.
La construcción de un nuevo aeropuerto internacional en San Antonio de los Baños, por ahora, es uno de los mayores proyectos en conjunto. No está de más decir, que antes del periplo de Putin por Latinoamérica, la Duma rusa aprobó la condonación del 90% de la deuda adquirida por Cuba con la desaparecida URSS.
A nivel de agenda de intereses estratégicos, Brasil y Argentina siempre han sido importantes para Rusia. Últimamente, los lazos con Brasil se han fortalecido más, pues ambos países son parte de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y comparten la perspectiva de un orden multipolar. En términos cuantitativos, el volumen total del comercio entre Rusia y Brasil en 2013 ascendió a $ 5.700 millones, cifra que pretenden doblarla.
Argentina, en cambio, es el cuarto socio comercial de Rusia. En esta ocasión esperan concretar proyectos de uso civil de energía atómica con participación de la empresa rusa Rosatom, además de otros convenios energéticos. Putin ha invitado a Cristina Fernández de Kirchner a participar de la Cumbre de los BRICS, un gesto no gratuito si se recuerda que Argentina ha respaldado públicamente la anexión rusa de Crimea.
Más allá de una agenda dominada por el intercambio armamentista y de materias primas, la visita de Putin parece tener como objetivo recuperar ese vínculo con América Latina y enviar una fuerte señal no solo a Estados Unidos, sino también a la Unión Europea y otros aliados internacionales, de que será difícil aislar a Rusia de la escena mundial en un contexto más multipolar y soberanista y que su actoría es protagónica y no secundaria.
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